viernes, 4 de diciembre de 2009

Capítulo 1

El otro día llegó una carta de mi amiga Lúa, la novia de mi hermano. Estaba en un hospital psiquiátrico porque nadie la creía. Mi hermano no lo sabía; se creía que estaba estudiando en Londres, pero al leer la carta… No me la dejo ver hasta que la leyó él. Vino a mi habitación, me la enseñó y me pidió explicaciones…

Esta es la carta:

Querido Raúl:

Es preciosa la primavera, ¿verdad? Los pájaros cantan, las flores hacen relucir sus hermosos colores… todo es perfecto……… ¿Todo?

Yo conocí a un pájaro muy bonito, que cantaba una melodía muy triste, porque estaba solito. Ahora el pajarito ya no está, pero hay otros que también cantan… y su piar es también triste. ¿Allí donde tú estás también están tristes los pajaritos? ¿Y hay flores? Aquí hay muchas, pero no puedo salir a la calle; no me dejan… Odio este sitio. Todo es…. tan blanco. No hay colores. ¿Allí donde tú estás hay colores?

El otro día vino mi madre a verme; me dijo que te habías ido a un sitio muy bonito. Yo también me quiero ir, odio este sitio, no hay colores, pero parece todavía no estoy preparada. ¡Pero algún día lo estaré! Cuando se fue mi madre se lo conté a mi amiga Sofía, la de la habitación de al lado. Me dijo que te habías muerto y yo me puse muy triste porque no quería que te murieras. Además me lo hubieras dicho, ¿verdad?

El medico me ha dicho que voy mejorando, que ya estoy casi curada, pero yo no le creo. Antes de venir aquí sabía muchas cosas, pero ya no me acuerdo de casi nada. Pero me acuerdo de ti, de todo lo que hemos vivido juntos. Mi madre nunca me creyó cuando le decía que estábamos juntos y no se creía que me regalases tantas cosa; se pensaba que las compraba yo… por eso me trajo aquí.

Estos 2 años aquí han sido muy tristes. El día más feliz de mi vida fue cuando llegué a nuestra clase de la facultad, y te vi allí, sentado en tu silla, mirando por la ventana, aburrido. Me acerque a ti y te salude entusiasmadamente, como si te conociese de toda la vida, pero ni te conocía. Desde aquel día estuvimos siempre juntos. Tu nombre iba siempre seguido del mío. Pero mi madre nunca me creyó… por eso me trajo aquí.

Os echo de menos a ti y a tu hermana. ¿Qué tal está? Siento mucho no haberme despedido, pero y fue demasiado duro despedirme de tu hermana como para hacerlo de ti. Lamento no haberte escrito antes, pero es que hasta ahora no me han dejado; es más, se creen que estoy escribiendo a mi madre. Lo siento... Prometo recompensártelo cuando salga, si salgo.

Ya no puedo escribir más, el tiempo se acaba. Espero que te llegué la carta y que me sepas perdonar

Siempre tuya,

Lúa.


La carta de Lúa era preciosa. Terminé de leer la carta. Miré a mi hermano; estaba llorando. No era la primera vez que le veía en ese estado: últimamente lo hacía muy a menudo. No sabía qué hacer.
- Lo siento de veras. Creí que era lo mejor – dije en un susurro
- Tú lo sabías, ¿verdad?
- Sí – dije cabizbaja.
Después de esto, un silencio sepulcral invadió la habitación, solo roto por los sollozos mal disimulados de mi hermano. Le abracé pero se aparto y se fue a su habitación, encerrándose con un portazo.

Me sentía fatal, pero lo había hecho por su bien, ¿o no? Pero… si lo había hecho por él, ¿por qué sentía que me había equivocado en mi decisión de ocultarle todo? Sentí abrirse una puerta, muy despacio, luego unos pasos que se dirigían al salón, el crujir de una silla y el de una tapa levantándose. Después de esto la casa se inundó de unas notas bien conocidas por mí: era la canción que mi padre había compuesto a mi madre. Era preciosa, pero muy triste

Cerré la puerta de mi habitación. Me tumbé en la cama, para pensar en nada. Pero la nada no apareció. No podía evitar pensar en Lúa; lo mal que lo estará pasando, en lo sola que estará… sola…

Me levanté de un salto. ¿Cómo no se me ocurrido antes? Ya era hora de que la creyesen. Abrí el armario, me puse el primer pantalón que encontré con una camiseta cualquiera y las zapatillas, me peine el pelo con una coleta y cogí la mochila. Metí ropa, el móvil y gran parte de mis ahorros. Me puse la cazadora y la mochila sobre los hombros, cogí una foto de Lúa con mi hermano y fui al salón. Al verme entrar paró de tocar. Se me quedó mirando como si hubiese visto a un fantasma. Me acerqué al piano y dejé la foto sobre él.
- ¿Piensas quedarte aquí llorando y tocando o prefieres venir conmigo a sacarla de allí?
* * *



5 comentarios:

  1. Hola Neres.
    Segunda vez que leo esto XD. ¿Te acuerdas, en actividades de estudio...? Jejeje.
    Bueno, pues eso, que mola. A ver si cuelgas la segunda entrada.
    ¡Besos!

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  2. si si, la segunda entrada la semana que viene XD

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  3. ZZZZZZZZzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzz...

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